Seguramente que cuando nos hablan de motricidad, todos tengamos en la cabeza una idea más o menos clara relacionada con el movimiento. Sin embargo, seguro que pocas personas sabrán describir qué es la motricidad gruesa. Un tipo de motricidad que cobra una especial importancia, especialmente en los primeros años de nuestra vida, y que sin lugar a dudas, puede determinar y marcar algo tan esencial en el ser humano, como es la facilidad para moverse y desenvolverse de manera adecuada.
¿A qué nos referimos por motricidad gruesa?
Este término se aplica especialmente en el ámbito infantil, para describir la facultad y destreza que tienen los más pequeños a la hora de desarrollar los músculos del cuerpo implicados en la realización de un movimiento armonioso y coordinado. Aspectos tales como la agilidad, el equilibrio, la fuerza o la agilidad, entran en juego y cobran especial importancia para describir una motricidad gruesa adecuada. Frente a esta motricidad, nos encontramos con la motricidad fina, que aunque igual de importante, se enfoca más en la coordinación más esencial entre por ejemplo la mano y el ojo a la hora de realizar una determinada acción.
¿Cuáles son las diversas etapas de la motricidad gruesa?
Cada persona, desde que nace, comienza a desarrollar su cuerpo y pone en marcha la coordinación de cada uno de sus músculos, para obtener unos movimientos coordinados y equilibrados. Aunque cada uno evoluciona a su ritmo, según sus capacidades, si es posible definir unos niveles o etapas claves, que más o menos se dan en todas las personas desde su nacimiento.
De este modo, es posible apreciar cómo durante los primeros tres meses de vida, la principal extremidad que se comienza a desarrollar, es la cabeza. Es posible apreciar los primeros movimientos, ladeando la cabeza a uno y otro lado, así como los primeros amagos de levantarla. A partir de el tercer mes, es cuando ya entra en juego todo el cuerpo, y se comienza a percibir los primeros intentos de girar el cuerpo por completo. A la mitad del año de vida, es el típico gateo que todos conocemos, el principal protagonista. El cuerpo cobra protagonismo por completo, y se tiene cierta independencia motriz que anima a realizar esos primeros pasos a “cuatro patas”.
No es hasta el primer año de vida, cuando se comienza a dar los iniciales pasos, tal como los conocemos. Los primeros pasos, aunque aún algo torpes, empiezan a desprender cierta coordinación. Pasado el primer año, se comienza a realizar movimientos que requieren una mayor coordinación, como por ejemplo la sedestación, o la posibilidad de mantener una posición sentada de manera autónoma. Igualmente otro ejemplo, es cuando se quiere subir o bajar por una escalera, o cuando se pretende arrojar objetos implicando a gran parte de los músculos de los brazos, el tronco y las piernas.
Tras haber pasado los dos y tres años de vida, las personas ya se ven facultadas para iniciar sus primeros amagos de carreras, así como coordinar todo el cuerpo para lograr equilibrio en zonas que a priori no parecen estables. Al cuarto o quinto año, el equilibrio está perfectamente conseguido en la mayoría de los niños y niñas, siendo ya en el sexto año cuando la autonomía motora del cuerpo es prácticamente completa.
La importancia de la motricidad gruesa
En el pleno desarrollo de una persona -especialmente desde una edad temprana- la motricidad gruesa guarda una especial importancia. Cuando se empieza a gatear y a tener conciencia propia del cuerpo, el bebé va desarrollando confianza y seguridad en cada uno de sus movimientos. Esto le ayuda enormemente para poder ir reconociendo cada uno de los elementos que le rodean, percibir los colores, texturas, y empaparse de toda la información posible de su entorno, para obtener una experiencia cognitiva satisfactoria.
La motricidad gruesa puede apuntalarse de manera efectiva, recurriendo a una serie de ejercicios, técnicas y actividades adecuadamente diseñadas. Fomentar la coordinación durante los primeros años de vida, tutelando mediante recursos un adecuado crecimiento motriz, es la mejor garantía para conseguir un crecimiento adecuado. El equilibrio perfecto entre la mente y el cuerpo, para obtener una psicomotricidad adecuada, es uno de los principales objetivos de muchos padres, que recurren a especialistas, materiales y actividades, que solo buscan mejorar la vida de los más pequeños.
¿Cómo potenciar la motricidad gruesa?
Con el fin de mejorar la capacidad de desenvolverse en el entorno, de la manera más equilibrada posible, se puede recurrir a una serie de objetos que ayudan a potenciar la motricidad del cuerpo. Algunos de estos objetos son por ejemplo: diferentes recorridos, túneles o circuitos, especialmente diseñados para emplear todo el cuerpo para poder superarse.Igualmente, pequeñas gymkanas infantiles, son una excelente opción para fortalecer la motricidad desde una temprana edad. Algo que se está comenzando a trabajar especialmente para estimular a los más pequeños desde edades muy tempranas.